ZADIG

Del éxodo, al país del psicoanálisis

Raquel Cors Ulloa

Anoche llegué a Madrid junto a Jacques-Alain Miller y Rose Marie-Bognar, luego, por varias horas nos reunimos con colegas de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) por supuesto horas de trabajo, especialmente para ellos. Para mí, se trataba de estar en un lugar con gente amiga, "del mismo país", no porque mi apellido sea español, sino porque estábamos en "El país del psicoanálisis" en el que se habla la misma lengua, el lacanés. Por supuesto que esta lengua también tiene sus tremendos malentendidos...

Pero hay otra palabra que Lacan utilizó en 1980 para el Encuentro de Caracas, Lacan mencionó allí la palabra "lacanoamericanos", para dirigirse a sus lectores. Caracas, fue la primera Escuela fuera de Paris, y Lacan fue allí porque no quiso ir a Argentina debido a la dictadura.

Para este encuentro en Madrid, con las expectativas de un debate entre analistas -analistas del mismo país- el país del psicoanálisis, me interesa contribuir a vuestra consideración: algunos aspectos de mi propio recorrido, así como señalar la distinción que hace Miller de tres sentidos posibles al sustantivo "política", en torno a:

La política en general.
La política en el psicoanálisis.
La política de la cura.

Considero que en esta ocasión estamos convocados a pensar juntos, por la lógica analítica de este sustantivo, en el seno de un debate sobre las consecuencias de los últimos acontecimientos, y en lo que respecta a la "política internacional del psicoanálisis", es decir en lo éxtimo.

En segundo lugar, me gustaría señalar un fenómeno dado en Latinoamérica, que para más de uno de los aquí presentes, nos es familiar, y es el éxodo de los psicoanalistas, huyendo, de las maneras más tristes, con las historias más desgarradoras de las crueles dictaduras y por ende de lo que NO se olvida.

Son historias que respeto y mantengo la prudencia de no entrar salvajemente a lo íntimo, de cada uno. Considero que de eso se habla en un análisis.

Los argentinos en Venezuela.
Los chilenos en Venezuela.
Luego los venezolanos en Argentina.
Los venezolanos en Chile, en México, o donde se pueda…
La vuelta de los argentinos a Argentina.
La vuelta de los chilenos a Chile, etc.

Cuando era niña, en los 70`, mi familia se encargó de distraernos alejándonos de la ciudad a un pueblo, allí convivíamos con exiliados y presos políticos, de eso me enteré más adelante. Un tío mío a quien llamaba papá, desapareció unos años, y me dijeron que estaba de viaje. Afortunadamente regresó.

En un segundo momento, ya adulta, tuve mi propio autoexilio, salí de mi país Bolivia, por amor, sin querer-saber de acuerdo a mi neurosis, lo que venía. Sin saber que ahí comenzaban mis pérdidas… mis separaciones, mis duelos. Viví en Venezuela por casi 10 años; y por ahora me alojaron en Chile. A cada país que llego a radicar, entro con mis documentos simbólicos para el Otro, esos que a veces sirven para un cruzar una frontera, y ojalá un litoral; pero sobre todo viajo con el deseo de hacerme un lugar, cada vez. Así aprendí que no hay transferencia cero, sino de trabajo.

Llevada por un hilo conductor para mi intervención de hoy, me pregunto ¿Cómo llevamos los psicoanalistas nuestras maletas, cada vez que nos desplazamos? Cargados de libros, sí. En busca de nuevos lazos con nuevos colegas, sí. En dirección hacia un significante cualquiera, sí. Así conocí a mis maestros: argentinos, venezolanos, franceses, españoles. Así sigo mi itinerancia, sostenida en lo que anoche durante la cena con los colegas españoles, Miller señalaba: Hay dos piernas, la clínica y la política.

Soy una convencida de que no hay nada mejor, que consentir a los intervalos del amor, especialmente cuando el odio apunta a lo real en el Otro.

En 1932 Freud ya se había percatado de que no era posible separar el amor y el odio, desde aquel momento planteó la violencia en términos de pulsión de muerte, expresando que el odio a los extraños, no es menos intenso que los motivos que promueven la cohesión de sus seguidores.

Estamos entonces en otro orden lógico, y es que el sujeto de nuestro tiempo es un sujeto siempre exiliado de sí mismo; por eso cuando odia, dirige ese afecto a Otro. Pero ¿De qué Otro se trata? ¿Qué hace que Otro sea Otro? Y si al que se odia, se le supone poseedor de un modo de goce distinto al de uno, entonces ¿Se trata de un goce que se carece...? Ahí el laberinto.

El punto es que en nuestro país, el del psicoanálisis, por el que transitamos con nuestras "maletas del éxodo", así como transitamos en el trayecto analítico; se va dejando caer los ideales, las identificaciones, hasta el límite del desapego transferencial.

Nadie nos dijo que el país del psicoanálisis tenía garantías. Una comunidad que se orienta por el Significante de la falta en el Otro, un Otro que no existe, y se desvanece, no siempre con las mejores consecuencias, especialmente cuando surge lo difícil que es hacerse cargo de lo radicalmente extraño, eso mismo que nos es íntimo y familiar. Eso que en su extrañeza, nos enseña, cada vez, luego de cada caída, que hay que levantarse y VIVIR en el Exilio de cada uno - no sin los otros, no sin los ¡intervalos del amor!

Gracias.

Madrid, 13/mayo/2017

*Intervención de Raquel Cors Ulloa, minutos antes de la Conferencia y Debate de Jacques-Alain Miller, en el Palacio de la Prensa de Madrid, España - sábado 13 de Mayo de 2017